Aprendices de Escritores
Un escritor es un dios, sí, es el dios del universo que él mismo ha creado, es el responsable de las vidas de los habitantes de su mundo. En sus manos está el destino de miles personajes que habitan en ese infinito espacio-tiempo que llamamos imaginación. Sólo tiene un juez, el Lector, que será el que finalmente decida si merece convertirse en autor. Por eso este blog es para ti LECTOR Bienvenidos al OLIMPO de las letras, al Universo de la fantasía donde todo es posible
sábado, 19 de diciembre de 2015
jueves, 19 de septiembre de 2013
Bienvenidos a nuestro pequeño laboratorio de las letras.
sábado, 11 de mayo de 2013
Buli en el universo de las maravillas
domingo, 29 de abril de 2012
Gracias maestro
"Caminante no hay camino, sino estelas en el mar.”
Estoy nervioso. Sólo pensar que te voy a escribir hace que me tiemble el pulso.
No es fácil escribir sobre alguien que narró y vivió en un nivel superior, aunque jamás lo reconoció. Era tan grande su humildad, tan semejante a la de ese Jesús, al que cantó sus proezas, nunca sus sufrimientos. Si el profesor creía en algo, no era una creencia al uso. Pero por sus actos, se diría, que era un fiel seguidor del que anduvo en la mar. En la mar, sí, como lo dice la gente de su Andalucía, porque él fue sevillano, pero ciudadano de España. Le cantó a su Sevilla, pero también a sus campos de Soria, a sus tardes madrileñas, al Guadalquivír y al Guadarrama.
No necesitaba, a veces, rima alguna para recitar poemas en prosa, poesía del corazón, las letras del alma. Un 22 de febrero viajó a mejores tierras. Hoy quiero hablarle...
Nadie lo hizo, ni hará como tú. Nadie le cantará como tú a esa belleza que tienen las cosas simples. Podías dedicarle letras maravillosas a las odiadas moscas, y al leerlas ya no me parecían tan pesadas. Su visión de España y de la esperanza recién florecida. Desde la mitad sana de un roble viejo alcanzado por un rayo, nace un brote verde.
¿Cómo te puedo escribir, maestro? ¿Cómo podría plasmar en palabras la admiración que siento por ti? por tu sinceridad, por tu valentía, que te costó el exilio, breve pero muy duro. Tan triste que te llevó con él. Quizás si la noticia de tu plaza en el rectorado de Cambridge hubiera llegado antes...
Con el pasado efímero, hoy me enseñas el presente, los tiempos no cambian don Antonio. El marinero de tu parábola se fue por esos mares de Dios, pero dejó a toda su estirpe. Espero que algún día florezca el huerto y la primavera no se vaya nunca más. Ese es el deseo que pido cada vez que paso por el huerto claro donde aún madura el limonero. Pido que el patio de Sevilla vuelva a cantar por alegrías, que dejemos la soleá por un tiempo, que el profundo fandango de Huelva termine por bulerías con letra de tu amado Federico García Lorca. Que tus viejos sueños, que son mis nuevos sueños, aparten a la oscuridad real. ¡Que muera don Guido por fin!
Te visité en tu última morada, a bordo y ligero de equipaje como los hijos de la madre.
Cómo explicar con palabras, que fueron tu don, lo que me embargó cuando me senté a tu lado, esa camaradería que sentí, maestro y compañero. El odio irreprimible que volvió a aflorar de mis más bajas entrañas. Al mismo tiempo me sentía bien a tu lado, lleno. Paz y musas, alegría de tenerte cerca, alegría de vivir para contar que estuve un rato a solas contigo.
Desde niño paso por la casa que te vio llegar y ahora conozco el lugar por donde marchaste... Tan solo me queda seguir tu estela en el mar.
Hasta siempre maestro.
Carlos Valdés Cervantes.
jueves, 5 de abril de 2012
Dentro de un sueño violado
El grillo
El Grillo
-¿Crisóstomo me vas a acompañar al operativo?
-¿El del chamo con cara de yo no fui?
-Si, ¡tu sabes! Esa vaina ya no se puede demorar más, si no la responsabilidad será nuestra.
-¿y si no es?
-Esta tarde lo confirman y le caemos
-Está bien, pero no creo que lo autoricen todavía
-¡Apuesta pues! Me preparas un sancocho si tengo razón
-¡Hecho! Pero antes de las 5pm. Hoy quiero llegar temprano al rancho.
-Si chico eso es caerle y encanarlo de una.
Amanece y tengo mucha sed, frente a mí corren las ratas nauseabundas, no sé si me ignoran o simplemente me creen parte de su entorno, la noche dibuja sombras del pasado y una vez más pienso como hubiera sido mi vida de haber tenido solo una cosa; fuerza de voluntad.
Hace siete años vivía con mi familia en Maracay, una ciudad industrial, llena de futuro para sus habitantes, en casa tenía todo, una familia con sus más y menos como todo el mundo, un par de hermanos inquietos y desordenados y unos padres preocupados por sus hijos. Yo apenas estaba comenzando una carrera universitaria con grandes posibilidades de salir airoso, pues venía de un bachillerato con excelentes notas. Allí en la más grande casa de estudios fue donde comenzó a tambalearse mi futuro, cuando creí tener el mundo en mis manos y me sentía invulnerable.
Tenía éxito con las chamas, ¡vaya si lo tenía! se me acercaban primero por mi aspecto, cabello claro y piel tostada por el sol, además de un físico de deportista ocasional, me sentía en la cima del universo y luego por mi desenvoltura y amplios conocimientos de diversos temas de la actualidad.
Comencé en arquitectura a los 19 años, amante del arte en todos sus géneros, pensé que esa carrera me permitiría estar en contacto con estas expresiones además de ser productiva, eso para complacer un poco a mis padres que decían siempre que solo con arte moriría de inanición, si me vieran ahora… gracias al arte puedo comer de vez en cuando. ¡Yo me río de la vida y ella me mira con sarcasmo! Ya sale el sol y comienzan los transeúntes a recorrer las calles, las cornetas de los autobuses opacan el canto matinal de las aves. Dentro de poco el centro comercial comenzará a tomar vida. Aquí he conseguido algunos amigos generosos que me ofrecen un café o un bocado de comida cuando el hambre acecha. Me acerco al cafetín, y Dora me deja pasar al baño donde me aseo en la medida de lo posible, en mi busaca llevo palmas de coco, un par de libros y una franela, aparte de un resto de tubo de crema dental que logré obtener de la casa de la esquina donde hicieron limpieza la semana pasada. Al salir me encuentro preparado un café y un pan que agradezco inmensamente. Ella siempre me mira con ojos interrogantes, sé que quisiera saber mi historia, pero no puedo revelar detalles que pongan en riesgo mi nuevo modo de subsistir.
Actualmente vivo en Cumaná, una ciudad costera famosa por ser la primogénita del continente y por la animosidad y simpatía de sus habitantes. Aquí he conseguido sosiego después de recorrer muchas ciudades y a pesar de ser un indigente refugiado en el vestíbulo de un Centro Comercial.
Los vendedores ambulantes van ocupando sus puestos, las ratas han desaparecido de la escena y los pasillos se llenan, doña
Me ubico en mi esquina y en pocos minutos logro dar forma a las palmas de coco y surgen figuras de insectos que deleitan a los niños, y a veces también a los grandes que en el fondo aún conservan alma de niños. Los preferidos de todos son los grillos, en tono verde o marrón si la palma está muy seca, hay quienes me piden figuras personalizadas, también las hago, pero me gustan los insectos, me apasionan sus misteriosas vidas organizadas y perfectas, donde nada aparte de un pisotón puede alterar su existencia. Nosotros nos dejamos influenciar con más facilidad, los pisotones que nos da la vida son más fuertes y yo soy un ejemplo de esta teoría tan particular.
Hace días pasó por aquí el encargado de turismo de la ciudad de Cumaná, le gusta la labor que estoy haciendo y me ofreció ayuda a cambio de una entrevista, la verdad yo no estoy interesado en darme a conocer, prefiero pasar desapercibido y de esta forma siento que pago mis culpas y algún día podré redimirme ante los ojos del mundo. Pero él insistió y me hizo el reportaje. Yo simplemente me identifiqué como “El Grillo” un alma errante en busca de paz.
La salida del colegio es la hora que más me gusta, me rodean decenas de niños y niñas que cuentan y reúnen sus monedas para que yo con mis manos mágicas les haga animalitos de palma, me gusta escuchar sus risas, las historias inverosímiles que surgen de sus mentes inocentes mientras hacen luchar a los insectos imaginando que son monstruos legendarios.
Esta tarde en particular fue muy triste, en medio de la algarabía infantil comenzaron a sonar sirenas y llegó al Centro Comercial una patrulla de la policía, yo no atinaba a comprender qué sucedía, cuando dos uniformados se acercaron a mí y sin mediar palabra, me inmovilizaron con esposas y me rodearon. Los niños me miraban con curiosidad, estaban presenciando un episodio real, ya no formaba parte de sus juegos. Eso me hizo recordar aquella primera vez cuando frente a mi familia tuve que bajar la mirada y tragarme mi vergüenza.
Atrás quedaban las palmas de coco y los grillos tirados en el suelo.
-¡Fácil! Crisóstomo, mételo en la jaula y págame la apuesta, ¡yo tenía razón!
Después de meterme en la patrulla a empujones, los escuche hablar por radio en tono de triunfal, di una última mirada a mi libertad y me acomode como pude en el estrecho cubículo enjaulado.
-Comandante, le informo que ya tenemos al sospechoso en la patrulla para proceder a confirmar su identidad. Responde al nombre de Oliver Liso, pero se hace llamar “El Grillo”
-Sí, la descripción corresponde a la persona que estamos buscando desde hace un buen tiempo. De resultar positivo, tendremos en nuestro poder a un peligroso delincuente, acusado de violación, atraco a mano armada y homicidio en complicidad con
-¿Por qué estabas tan seguro?
-Yo tengo mi gente pana, Dora sospechaba y mi hermano Sebastián, tu sabes el que trabaja en turismo me lo confirmó.
El remanso
El Remanso
Estoy sentada en una sala fría y blanca esperando a mi editor, pienso que no le debe ir tan bien como a mí ya que estoy sola en este recinto, estoy nerviosa porque tarda demasiado y la respuesta que espero es muy importante para mi futuro.
Acaba de llegar su secretaria, no comparto la idea de ponerle un uniforme blanco, hay demasiada luz, faltan colores que alegren el alma y den un tinte de gracia a la vida. Yo particularmente lo hubiera decorado con mucho verde, con plantas que llenaran de esperanza a la gente que se acerca a dejar sus angustias en esta sala durante horas. La secretaria se acerca y me toma del brazo, quiere acompañarme a otro lugar, ¿será que Don Eusebio no pudo llegar a la cita?
Eso me recuerda la última vez que nos vimos, apenas ayer, me citó en la cafetería “El Remanso”, yo le había llevado un material para que lo revisará, y él, Don Eusebio, me miraba ausente y con cara de tristeza. Ya sé que hablo mucho, todos me lo dicen y de verdad hago el intento… cada mañana me propongo al levantarme ser comedida y lógica en mis planteamientos, pero como no tengo mucha gente a mi alrededor que pueda escucharme, se me van acumulando las ideas y los pensamientos se aglomeran intentando salir y comienza la lucha, a veces logro controlarlos, otras me ganan ellos, entonces los dejo salir porque son parte de mi.
Ayer tarde le mostraba mis adelantos cuando hizo un ademán para que me detuviera, sentí que todo a mi alrededor se paralizaba, el aroma del café se quedo prendido a mi olfato, las personas que ocupaban las otras mesas del lugar comenzaron a desdibujarse, logrando un efecto extraño, como si fueran una pintura de Monet , en mi interior podía sentir la sensación de frío que recorría mis venas congelando mis órganos, quería hablar y no acudían a mí las palabras que quería pronunciar, sentí el horror de no poder dominar mis actos y huí de allí precipitadamente, atrás quedaba un Don Eusebio con los ojos desorbitados y restos de café esparcidos en el suelo, al lado de la taza de la que había estado bebiendo.
Al salir del lugar me cegó la luz, y ya no recuerdo nada más, por eso estoy aquí, en la oficina de Don Eusebio Carranza, quiero pedirle disculpas tras mi aparatosa marcha de ayer y que sigamos revisando papeles, por cierto, no los he traído, pienso que él se quedó con mis manuscritos y me gustaría recuperarlos.
-Dígame señorita, ¿A qué hora cree que llegará Don Eusebio?
-Un poco más tarde Adriana, de momento acompáñame que te tocan tus medicamentos.
No sé qué tiene que ver la secretaria de Don Eusebio con los medicamentos, tal vez él le comentó de mis dolores de cabeza.
La secretaria me conduce con cariño a un jardín muy hermoso, menos mal que hay infinidad de colores, rosas amarillas y geranios rojos y púrpura en medio del verdor que lo envuelve todo. Hay otras personas que también deben estar esperando a su editor. Todas deambulan por el jardín, ¡pero qué extraño!, todos han escogido el mismo vestido que yo. ¡Qué falta imaginación!
Siento un aroma delicioso a café, mi mirada busca alrededor y entre los árboles cercanos puedo leer un aviso medio oculto entre las ramas “El Remanso”