El Grillo
-¿Crisóstomo me vas a acompañar al operativo?
-¿El del chamo con cara de yo no fui?
-Si, ¡tu sabes! Esa vaina ya no se puede demorar más, si no la responsabilidad será nuestra.
-¿y si no es?
-Esta tarde lo confirman y le caemos
-Está bien, pero no creo que lo autoricen todavía
-¡Apuesta pues! Me preparas un sancocho si tengo razón
-¡Hecho! Pero antes de las 5pm. Hoy quiero llegar temprano al rancho.
-Si chico eso es caerle y encanarlo de una.
Amanece y tengo mucha sed, frente a mí corren las ratas nauseabundas, no sé si me ignoran o simplemente me creen parte de su entorno, la noche dibuja sombras del pasado y una vez más pienso como hubiera sido mi vida de haber tenido solo una cosa; fuerza de voluntad.
Hace siete años vivía con mi familia en Maracay, una ciudad industrial, llena de futuro para sus habitantes, en casa tenía todo, una familia con sus más y menos como todo el mundo, un par de hermanos inquietos y desordenados y unos padres preocupados por sus hijos. Yo apenas estaba comenzando una carrera universitaria con grandes posibilidades de salir airoso, pues venía de un bachillerato con excelentes notas. Allí en la más grande casa de estudios fue donde comenzó a tambalearse mi futuro, cuando creí tener el mundo en mis manos y me sentía invulnerable.
Tenía éxito con las chamas, ¡vaya si lo tenía! se me acercaban primero por mi aspecto, cabello claro y piel tostada por el sol, además de un físico de deportista ocasional, me sentía en la cima del universo y luego por mi desenvoltura y amplios conocimientos de diversos temas de la actualidad.
Comencé en arquitectura a los 19 años, amante del arte en todos sus géneros, pensé que esa carrera me permitiría estar en contacto con estas expresiones además de ser productiva, eso para complacer un poco a mis padres que decían siempre que solo con arte moriría de inanición, si me vieran ahora… gracias al arte puedo comer de vez en cuando. ¡Yo me río de la vida y ella me mira con sarcasmo! Ya sale el sol y comienzan los transeúntes a recorrer las calles, las cornetas de los autobuses opacan el canto matinal de las aves. Dentro de poco el centro comercial comenzará a tomar vida. Aquí he conseguido algunos amigos generosos que me ofrecen un café o un bocado de comida cuando el hambre acecha. Me acerco al cafetín, y Dora me deja pasar al baño donde me aseo en la medida de lo posible, en mi busaca llevo palmas de coco, un par de libros y una franela, aparte de un resto de tubo de crema dental que logré obtener de la casa de la esquina donde hicieron limpieza la semana pasada. Al salir me encuentro preparado un café y un pan que agradezco inmensamente. Ella siempre me mira con ojos interrogantes, sé que quisiera saber mi historia, pero no puedo revelar detalles que pongan en riesgo mi nuevo modo de subsistir.
Actualmente vivo en Cumaná, una ciudad costera famosa por ser la primogénita del continente y por la animosidad y simpatía de sus habitantes. Aquí he conseguido sosiego después de recorrer muchas ciudades y a pesar de ser un indigente refugiado en el vestíbulo de un Centro Comercial.
Los vendedores ambulantes van ocupando sus puestos, las ratas han desaparecido de la escena y los pasillos se llenan, doña
Me ubico en mi esquina y en pocos minutos logro dar forma a las palmas de coco y surgen figuras de insectos que deleitan a los niños, y a veces también a los grandes que en el fondo aún conservan alma de niños. Los preferidos de todos son los grillos, en tono verde o marrón si la palma está muy seca, hay quienes me piden figuras personalizadas, también las hago, pero me gustan los insectos, me apasionan sus misteriosas vidas organizadas y perfectas, donde nada aparte de un pisotón puede alterar su existencia. Nosotros nos dejamos influenciar con más facilidad, los pisotones que nos da la vida son más fuertes y yo soy un ejemplo de esta teoría tan particular.
Hace días pasó por aquí el encargado de turismo de la ciudad de Cumaná, le gusta la labor que estoy haciendo y me ofreció ayuda a cambio de una entrevista, la verdad yo no estoy interesado en darme a conocer, prefiero pasar desapercibido y de esta forma siento que pago mis culpas y algún día podré redimirme ante los ojos del mundo. Pero él insistió y me hizo el reportaje. Yo simplemente me identifiqué como “El Grillo” un alma errante en busca de paz.
La salida del colegio es la hora que más me gusta, me rodean decenas de niños y niñas que cuentan y reúnen sus monedas para que yo con mis manos mágicas les haga animalitos de palma, me gusta escuchar sus risas, las historias inverosímiles que surgen de sus mentes inocentes mientras hacen luchar a los insectos imaginando que son monstruos legendarios.
Esta tarde en particular fue muy triste, en medio de la algarabía infantil comenzaron a sonar sirenas y llegó al Centro Comercial una patrulla de la policía, yo no atinaba a comprender qué sucedía, cuando dos uniformados se acercaron a mí y sin mediar palabra, me inmovilizaron con esposas y me rodearon. Los niños me miraban con curiosidad, estaban presenciando un episodio real, ya no formaba parte de sus juegos. Eso me hizo recordar aquella primera vez cuando frente a mi familia tuve que bajar la mirada y tragarme mi vergüenza.
Atrás quedaban las palmas de coco y los grillos tirados en el suelo.
-¡Fácil! Crisóstomo, mételo en la jaula y págame la apuesta, ¡yo tenía razón!
Después de meterme en la patrulla a empujones, los escuche hablar por radio en tono de triunfal, di una última mirada a mi libertad y me acomode como pude en el estrecho cubículo enjaulado.
-Comandante, le informo que ya tenemos al sospechoso en la patrulla para proceder a confirmar su identidad. Responde al nombre de Oliver Liso, pero se hace llamar “El Grillo”
-Sí, la descripción corresponde a la persona que estamos buscando desde hace un buen tiempo. De resultar positivo, tendremos en nuestro poder a un peligroso delincuente, acusado de violación, atraco a mano armada y homicidio en complicidad con
-¿Por qué estabas tan seguro?
-Yo tengo mi gente pana, Dora sospechaba y mi hermano Sebastián, tu sabes el que trabaja en turismo me lo confirmó.
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