DENTRO DE UN SUEÑO VIOLADO
El hombre dormido ya se mueve, está por despertar. Hace falta alguien que lo releve, alguien que se eche a dormir pronto, pronto y prosiga ese sueño.
No comprendí esa angustia espesa en los ojos de Micaela, cuando me pidió, casi me exigió, que corriera hacia el muelle y vigilara en el recodo, una casucha abandonada donde dormía un hombre, debía llegar antes del amanecer y en cuanto se levantara debía tomar su lugar. Al principio me negué a ese insólito pedido, pero al oler su desesperación sentí la responsabilidad de formar parte de su angustia, si con ello contribuía a su tranquilidad y a la vez cumplía con su jefe gruñón y cascarrabias que no la dejaba marchar.
Corrí calle abajo salpicando mis medias en los charcos de las calles maltrechas y poco iluminadas que conducían al muelle. Casi sin aliento penetré en la penumbra del húmedo lugar y justo al dar la vuelta al callejón vi al hombre, se desperezaba en el catre, se rascaba la cabeza rala y miraba a su alrededor. Hizo un gesto incomprensible, como de incredulidad y se levantó para marcharse sin mirar atrás. Literalmente me lancé al improvisado lecho, el corazón me latía incontenible ante lo desconocido, a pesar de la repugnancia que me producía el maloliente lugar, me senté conteniendo la respiración y me eche boca arriba. Una densa bruma me envolvió y sentí que descendía vertiginosamente, pensé en Micaela…
Se movían lentamente, eran diminutos personajes que parecían cobrar vida, parecían entenderse entre sí, todos menos una, una mujer que lucía desorientada, quería salir de aquel entorno, huía y parecía gritar pero yo no podía escuchar sonido alguno. Caminaba mirando siempre si alguien la perseguía y su tristeza se mezclaba al horror que la embargaba. Traté de tenderle una mano pero no me veía, ya amanecía y el sol la cegaba. No sé cuántas horas pasaron ni cuanto caminó aquella angustiada mujer. Sentí que de pronto las figuras comenzaban a moverse más lentamente y que a mí me sacudían en el catre intentando apartarme de aquel mundo onírico Abrí los ojos y frente a mi había una mujer, sus rasgos me eran familiares pero volvía a caer en el estupor del sueño.
-Soy yo- me gritaba
-¡Despierte ahora por favor!
Me incorpore haciendo un esfuerzo sobre humano y la vi. En su angustia sonreía y me agradecía haberla sacado de un sueño que no le pertenecía.
Solo ella, Elsa Grau había logrado volver de las brumas que envolvían el muelle.
Los vendedores de chocolatinas seguían especulando frente a aquella mujer que dormía profundamente desde la segunda función del cine del barrio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario