martes, 5 de julio de 2011

LA MOCHILA













El estridente sonido del timbre le confirmó, una vez más, que aquella casa no era el mejor lugar para trabajar. Tessa era traductora en una prestigiosa editorial, y la naturaleza de su trabajo le permitía realizarlo desde casa, sin necesidad de acudir a un despacho. Pero desde que se mudó a vivir con David, su actual pareja, su rutina se había visto alterada notablemente. Rara era la jornada en que no llamaba a su puerta algún vecino ofreciendo o solicitando cualquier cosa.
Esa tarde no iba a ser una excepción. Cerró el diccionario con un golpe brusco, apartó el portátil que descansaba sobre sus rodillas y se levantó del sofá para abrir la puerta. Al ver a su vecina, acompañada por su hija de doce años, las saludó con una sonrisa. Se resignó a dar por concluido su trabajo del día.
- ¿Estás ocupada, Tessa? –preguntó Alicia.
- No – mintió – Estaba ya acabando por hoy. Pasad –hizo un guiño a la niña- ¿Cómo ha ido tu excursión del colegio, Violeta?
- ¡Mal! Un hombre me ha robado la mochila – contestó la niña enfadada.
- Déjalo ya, Violeta -interrumpió la madre-. Te he dicho que el sábado iremos a comprarte una mochila nueva. No le des más vueltas.
- Pero es que ese hombre…
- ¡Déjalo, te he dicho!
Violeta entró en el apartamento y se sentó en el sofá claramente enfurruñada. Las dos mujeres fueron hasta la cocina, donde Tessa comenzó a preparar café y un chocolate caliente.
- Tessa, ¿puedo descargar las fotos de la excursión en tu portátil? Es que así se verán mejor que en la cámara –preguntó Violeta a gritos desde la sala.
- Si, pero antes guarda todos los documentos que estén abiertos.
Tessa le preguntó por el robo de la mochila, Alicia le explicó que al regresar de la excursión, ya en la puerta del colegio, un hombre aprovechó la algarabía que se formó para acercarse hasta Violeta. Sin mediar palabra le arrancó de un tirón la mochila, que aún no se había colgado a la espalda y echó a correr hasta su coche. Una vez dentro arrancó y se perdió de vista antes de que ningún adulto se diera cuenta de lo que acababa de suceder.
- ¡Que cosa tan rara! – comentó Tessa - ¿Llevaba algo de valor en la mochila?
- ¡Qué va! Era una excursión para pasar el día, así que lo único que llevaba era una camiseta de algodón, por si necesitaba cambiarse, una botella de agua y los restos de los bocadillos que le puse esta mañana.
En ese momento asomó Violeta por la puerta de la cocina.
- Me aburro. ¿Vais a venir a ver las fotos o qué?
- Ya vamos, pesada – le contestó su madre, ofreciéndole la taza de chocolate que le habían preparado. Tessa las siguió con los cafés.
- Qué suerte que no te robará la cámara de fotos también. ¿No la llevabas en la mochila?
- No. Justo antes de bajar del autobús, una amiga me la pidió porque quería borrar algunas fotos suyas. Siempre dice que sale mal, pero no es verdad. Lo que pasa es que le gusta hacerse la interesante.
Comenzaron a mirar las fotos de la excursión: Violeta en la puerta del colegio; Violeta y sus amigas sacando la lengua; Violeta y las mismas amigas dentro del autobús; Violeta…., Violeta….., Violeta….. Lo único que cambiaba de una foto a otra era el número de amigas que la acompañaban o el hecho de llevar puestas o no las gafas de sol. Por fin aparecieron las primeras fotos de Mérida. Aunque Violeta continuaba siendo el objeto central, al menos en estas se podían apreciar algunos de los lugares visitados: El impresionante teatro romano; el arco de Trajano; el templo de Diana; el anfiteatro…El despliegue de fotografías continuaba. Tessa estaba asombraba por la enorme cantidad de fotos realizadas. Violeta soltó un grito, señalando la figura de un hombre que aparecía en el fondo de una de ellas.
- Es él. Es el hombre que me quitó la mochila.
Tessa y Alicia se acercaron a la pantalla para ver mejor su cara. Era un hombre de mediana edad, con algunas canas que le conferían un aspecto interesante. Llevaba un chándal oscuro, y por algún motivo que Tessa no supo explicar, tuvo la sensación que esa era una manera de vestir que no iba con él. Miraba directamente a la cámara y su expresión era de sorpresa y disgusto.
- No puede ser el mismo hombre –dijo Alicia, alejándose de la pantalla del ordenador – No creo que nadie recorra los 400 km que hay desde Mérida hasta Madrid para robarle la mochila a una niña.
- Te digo que es él. Le vi muy bien cuando se acercó a preguntarme de dónde era.
- ¿Hablaste con él? –preguntó Alicia, alarmada– Eso no me lo habías dicho.
- Si es que no me dejas hablar – se quejó la niña – Siempre me dices que me calle.
Tessa le indicó por señas a Alicia que se calmara y le hizo algunas preguntas a Violeta para aclarar la historia. Les contó que ese mismo hombre se había acercado para hablar con ella mientras visitaban el embalse de Cornalvo, que se encuentra en un parque natural a las afueras de Mérida. Él le preguntó de donde era, pero antes de que pudiera contestarle, se acercó una de las profesoras y el hombre se marchó rápidamente. Violeta no volvió a verlo hasta que la sorprendió en la puerta del autobús y le quitó la mochila. Las dos mujeres se miraron con preocupación.
- Debes denunciarlo a la policía – le sugirió Tessa.
- ¿Sí? ¿Quieres que ponga una denuncia porque un desconocido ha robado una mochila escolar con una camiseta y una botella de agua dentro? ¡Vamos, Tessa! Sé realista. No se tomarán la molestia de escucharme siquiera – su voz intentaba sonar segura, pero una nota de preocupación se percibía en ella.
Finalmente se marcharon, pero Tessa no pudo dejar de pensar en la extraña historia. Cuando llegó David a casa seguía dándole vueltas.
- ¿Sabes que a Violeta le han robado la mochila en cuanto se bajó del autobús?
- También es mala suerte. Pobre.
- Pero lo chocante es que asegura que fue el mismo hombre que se acercó para hablar con ella en Mérida.
- ¿Y fue entonces cuando se la quitó?
- No. Eso es lo curioso. Siguió al autobús hasta aquí para hacerse con esa mochila.
- Eso es una tontería. Debe haberse equivocado.
- Es lo que pensamos, pero dice estar segura de que era el mismo. Incluso nos mostró una foto en la que aparecía.
- Seguro que se confunde. Quizás el que le robó la mochila se le parecía al de Mérida y por eso cree que es el mismo.
Esta explicación disipó un poco los temores de Tessa, que acabó olvidando el incidente.



Dos días más tarde después de comer, Tessa se arrellanó en el sofá dispuesta a darle el último empujón al libro en el que estaba trabajando. Apenas llevaba traducidas unas pocas páginas. Unos extraños sonidos que provenían del piso de Alicia la alertaron. Sorprendida se levantó del sofá y se acercó hasta la pared que separaba las dos viviendas. Pegó la oreja y escuchó. Alguien estaba allí dentro. Tessa distinguió con claridad el abrir y cerrar de puertas y cajones. Sabía que a aquellas horas Alicia estaba en el trabajo y Violeta en el colegio. ¿Quién estaba, pues, removiendo por la casa? Sin pararse a pensar en las consecuencias, salió de su casa y llamó al timbre de su vecina. Esperó unos minutos, pero nadie abrió la puerta. Aquello le resultó extraño. De pronto, tuvo la certeza de que la observaban a través de la mirilla y sintió un escalofrío. Entró en su casa y cerró la puerta con una doble vuelta de llave, algo que jamás había hecho hasta entonces.
Buscó su móvil y llamó a Alicia para contarle lo que pasaba.
- Salgo en seguida. Estaré ahí en unos minutos –Notó preocupación en la voz de Alicia.
Cuando llegó, las dos mujeres intentaron tranquilizarse mutuamente antes de entrar en la casa. Alicia abrió la puerta con cautela y se adentró seguida por Tessa. Se asomaron a la sala, que parecía estar como siempre. En la cocina tampoco vieron nada extraño. Avanzaron por el pasillo. Alicia se asomaba con precaución a su habitación, Tessa abrió la puerta del dormitorio de Violeta.
- ¡Alicia! – la llamó - O tu hija es un auténtico desastre o alguien ha estado rebuscando entre sus cosas.
Alicia se acercó hasta allí. Lanzó una exclamación de sorpresa. La habitación era un auténtico caos. Los cajones estaban fuera del sitio y su contenido desperdigado por el suelo; las puertas de los armarios abiertas y montones de ropa tiradas de cualquier manera; la cama deshecha y con el colchón apoyado contra la pared. Se miraron sorprendidas y Alicia salió disparada hacia su habitación.
- Mi collar de perlas y el anillo de brillantes.
Tessa la siguió, sintiendo cómo su corazón se aceleraba al ver confirmadas sus sospechas. Al entrar en la habitación, Alicia le mostró el collar y el anillo con cara de alivio.
- Si no eran ladrones ¿Qué estaban buscando? – preguntó Tessa, extrañada al ver que aquellas joyas de valor seguían intactas.
Cuando llegó la policía, también se mostraron sorprendidos al oír que lo único que Alicia echaba en falta era el disco duro de su ordenador. Quien quiera que fuera el que estuvo en la casa no era un vulgar ladrón. Se limitó a revolver la habitación de la niña y a llevarse medio ordenador, porque la pantalla la dejó donde estaba.
Antes de que se marcharan, Tessa convenció a una reticente Alicia, para que les contara la historia de la mochila de Violeta, pero los agentes rechazaron de inmediato que hubiera una conexión entre ambos sucesos. Tessa no quedó convencida con sus argumentos y siguió pensando que aquellos dos incidentes estaban relacionados de alguna manera, aunque de momento ese vínculo se le escapaba.
Al día siguiente, Tessa y David disfrutaban de un desayuno sin prisas, ojeando la prensa, cuando de repente Tessa lanzó una exclamación:
- ¡Escucha esto David!: “Encontrado el cuerpo de una mujer en las cercanías del embalse de Cornalvo, en Mérida”.
- Vaya, que triste. Pobre mujer – le contestó distraídamente y sin dejar de leer el periódico.
- ¿No lo entiendes? Es el mismo embalse en el que estuvo Violeta y donde se le acercó ese hombre.
- Vamos Tessa, ¿Qué insinúas? ¿Qué el hombre que se acercó a hablar con Violeta tiene algo que ver con esto? Menuda imaginación.
- ¡David! ¿No te resulta extraño que un desconocido se acerque a una niña, que está rodeada de compañeras y profesores; que luego la siga durante 400 Km hasta Madrid para robarle la mochila; que al día siguiente, alguien entre en casa de la misma niña y revuelva únicamente la habitación de ella; y que, justo unos días más tarde, aparezca el cadáver de una mujer en el mismo lugar donde comenzó todo? – Tessa se había ido alterando según enumeraba los hechos que para ella estaban, sin lugar a dudas, relacionados.
- ¡Por Dios! Tessa, estás sacando las cosas de quicio. No hay ninguna relación entre el cadáver de esa pobre mujer y lo que le ocurrió a Violeta. El hombre que se le acercó en el embalse, probablemente lo hizo porque le recordó a otra niña. Y el que le robó la mochila debía ser algún jovenzuelo, que aprovechó el jaleo para dar un tirón. Para Violeta, cualquiera que tenga más de dieciocho años es un “hombre mayor”. La niña confundió a los dos, y eso es todo el misterio.
- ¿Y cómo explicas el robo en casa de Alicia? ¿También es una coincidencia? Te digo que aquí ocurre algo mucho más grave de lo que parece y Violeta está en el centro de todo ello. Yo voy a hacer todo lo posible por averiguar de qué se trata.
Se levantó irritada con la actitud de David y se sentó frente al ordenador. Comenzó a buscar información por internet, cada vez más convencida de que aquello no era una simple coincidencia. Solo abandonó el ordenador para acercarse con David a comer cualquier cosa en una tasca cercana. Al regreso, mientras David se tumbaba en el sofá para hacer una siesta, ella volvió a buscar más información sobre la mujer del embalse en los periódicos digitales. En una edición más reciente leyó que ya había sido identificada y localizado al esposo de esta, quien se encontraba en un viaje de negocios en Lisboa. El marido regresó de inmediato a Madrid y se mostró desolado al comprobar que, efectivamente, se trataba de su esposa. Declaró que la última vez que la vio fue tres días atrás, antes de coger un avión para asistir en Lisboa a una feria comercial, y que había permanecido allí trabajando hasta que recibió la terrible llamada de la policía. Tessa siguió leyendo más artículos relacionados con el caso. Cuando en uno de ellos, vio una fotografía del desolado marido saliendo del anatómico forense, sintió que un rayo de luz la iluminaba, revelándole toda la verdad de lo ocurrido. Lanzó una exclamación:
- ¡Está claro! Ha sido él. ¡David! Escúchame.
David se despertó sobresaltado. Se incorporó en el sofá y se quedó mirándola sin acabar de entender de qué estaba hablando.
- Sé quién mató a esa mujer del embalse. Y sé porqué robó la mochila de Violeta y luego entró en su casa. Ha sido su marido. Estoy segura, y además tenemos pruebas de ello – estaba eufórica y satisfecha por haber resuelto aquél misterio. Antes de explicarle a David su razonamiento llamó a Alicia y, una vez tuvo la plena atención de ambos, les explicó como encajaban todas las piezas en aquél puzzle.
- El marido se va de viaje y a su llegada se asegura de ser visto por mucha gente. Se registra en el hotel, va a la feria, saluda a varios conocidos y pasa el día rodeado de gente que le servirán de coartada. Se retira pronto a dormir y entonces sale del hotel sin ser visto, alquila un coche y conduce hasta llegar a Mérida. Allí se encuentra con su mujer, con la que ha quedado utilizando cualquier excusa. La mata y lanza el cuerpo al embalse, pero para su sorpresa, al regresar al coche para marcharse descubre que acaba de llegar un autobús escolar y que una niña está tomado fotos sin parar. Cree que puede aparecer él en alguna y siente miedo, puesto que esas imágenes podrían desmontar su coartada. En ese momento decide acercarse hasta la niña para robarle la cámara, pero la llegada de una profesora le obliga a marcharse, ya que no desea que se fijen en él y puedan recordarle más tarde. Sigue al autobús, con la esperanza de poder hacerse con la cámara en cuanto la niña baje de él y aprovecha la confusión para robar la mochila, esperando encontrar allí la cámara. Pero descubre que no está allí y el pánico le hace ser más arriesgado. Decide buscar la maldita cámara en casa de la niña, aprovechando que su nombre y su dirección están escritos en la mochila. Y ya sabemos lo fácil que es abrir estas puertas con un plástico duro si no está rodada la llave. Ya en casa rebusca por todas partes, sin saber que Violeta ha olvidado la cámara en nuestra casa. Así que se lleva el disco duro, por si ella hubiese descargado las fotos en el ordenador. Además debe regresar cuanto antes a Lisboa para mantener en pie su coartada. La policía debe encontrarle allí
cuando descubran el cadáver de su mujer. La versión sobre su estancia en Lisboa será fácilmente rebatida tan pronto vean las fotos tomadas por Violeta en las que aparece él cerca del lugar del asesinato. Por qué como afirmó Violeta, el hombre que sale en esas fotos es el mismo hombre que aparece en el periódico.
David se levantó del sofá y, sin hacer ningún comentario, marcó el teléfono de la policía.

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