Eran las 2.00 de la madrugada, Brando no podía conciliar el sueño y decidió navegar un poco por la red, sentía que no estaba en su mejor momento, de nuevo las voces lo atormentaban escuchaba a lo lejos impactos terribles, hierros retorcidos y gritos en la profundidad de la noche. Eras recurrentes estas pesadillas en sus momentos de soledad, aun despierto no dejaba de imaginar la tortura de los accidentes automovilísticos, eso ocurría desde que a los seis años perdió a sus padres en uno de esos accidentes. Su tía Octavia se había ocupado de él en los primeros años pero a raíz de sus compromisos laborales se había alejado del país cuando el ya tenía edad para defenderse solo, desde entonces, trataba de estudiar, era un buen chico aunque de personalidad un poco retraída y pocos amigos. En el edificio donde vivía había conocido a Emilia, una joven estudiante como el, desenvuelta amistosa y fundamentalmente muy respetuosa de su intimidad, se atrevía a dejarla entrar a su universo ocasionalmente, y en su presencia lograba sentirse al límite de lo que él consideraba normal, eso lo tranquilizaba y sentía que era su punto de equilibrio. También estaba doña Pura, una ancianita que se preocupaba por él y en algunas ocasiones le llevaba ricos caldos que el tomaba con gratitud y cariño. Esa noche no podía controlarse, había tomado los medicamentos de costumbre y pensó que tal vez un rato en el ordenador le haría olvidar sus fantasmas. Una página lo fue llevando a otra y cada vez sentía las voces más cerca irrumpiendo cada espacio de su ser. Un estruendo despertó a Emilia en medio de la noche, se encontraba sola en su cama, habían transcurrido apenas dos horas desde que se quedo dormida después de escuchar las noticias de las doce. Intentó analizar que podía haber causado un golpe de tal magnitud y se levantó sintiendo palpitar su corazón aceleradamente. Asomada por la ventana del apartamento tipo estudio, un piso apenas la separaba de la avenida Oeste 7 del barrio La Pastora en un pequeño y antiguo edificio de la zona donde vivía desde hacía un año cuando se trasladó a Caracas a estudiar. La luz del poste iluminaba tenue la calle y allí justo debajo de la ventana se podía divisar un amasijo difícil de identificar. En ese momento sonó el teléfono, era la Sra. Pura del Nº2, al igual que Emilia se había despertado con el fuerte ruido que causó el extraño objeto y quería saber lo que había ocurrido. Aparte de Emilia y la Sra. Pura solo vivía otro inquilino en el edificio, en el Nº 3. Brando, un joven encantador, amistoso y bondadoso, estudiante de literatura y siempre dispuesto a ayudar a sus vecinas, vestía de forma un tanto extravagante con ropa un poco pasada de moda chaqueta de cuero ceñida al cuerpo, pantalones ajustados generalmente de Jean y llevaba el cabello tan largo que llamaba la atención. Casi siembre estaba solo, de su vida privada sabían poco, apenas que era de una ciudad del sur y según le había comentado doña Pura sus padres habían fallecido hacía unos años, solo una tía lo había visitado una vez y le había pedido a Pura que velara por él. Brando no dio señales de haberse enterado de nada y no les pareció prudente llamarlo a esa hora tan inoportuna. Antes de irse de nuevo a la cama a intentar conciliar el sueño, volvió a mirar por la ventana sin poder descifrar la forma del objeto que había impactado en la calle. A las 6.00am se despertó como siempre con los primeros rayos de sol y mientras se desperezaba en el lecho recordó el inusual episodio de la pasada noche, se acercó a la ventana y no había rastros de nada sobre la acera, extrañada tomo su café y se arregló rápidamente para ir a la Universidad. Al bajar la escalera, se tropezó con Brando que subía y le preguntó si había oído algo raro la noche anterior, o se había enterado de lo sucedido. El con su mirada serena y sonrisa simpática se acerco a Emilia y la beso en la mejilla diciéndole lo encantadora que estaba a esa hora de la mañana, ignorando por completo la pregunta de su vecina, quien insistente volvió a preguntar. De nuevo desvió la atención mirando hacia todas partes y con su carismática voz le dijo que hacía un día precioso y que el Ávila se veía majestuoso al amanecer. Emilia estaba perdiendo la paciencia y le preguntó de nuevo, esta vez el se detuvo pensativo un momento y le dijo que él no había escuchado absolutamente nada y posiblemente ella lo había soñado, el tono de su voz era un poco más serio que de costumbre y Emilia prefirió no seguir preguntando, además ella estaba segura y la llamada de la Sra. Pura también le confirmaba que fuese lo que fuese había sido real. En la universidad pasó el día pensativa, la actitud de Brando la había desconcertado ¿en realidad habría pensado que todo fue un sueño? Todavía con su insaciable curiosidad y la extraña sensación de que algo no estaba del todo bien, al regresar de la universidad decidió subir al piso de Brando, otras veces lo hacía al llegar de clases, ya que el le dejaba usar el computador y así ella adelantaba sus trabajos del curso, luego solía quedarse un rato compartiendo algo de cenar y un poco de la buena música que el coleccionaba. A menudo ella se asombraba de los conocimientos de Brando, parecía saberlo todo y se dejaba llevar a través de las maravillosas historias que el contaba. Al llegar a la puerta apareció Brando con el cabello totalmente desordenado, los ojos desorbitados y la mirada inundada en la mas profunda tristeza, en la comisura de los labios una sustancia seca le daba un aspecto repugnante, jamás lo había visto así. Su sonrisa se había convertido en una mueca y ella extrañada dirigió la vista hacia adentro del apartamento, estaba lleno de platos sucios y alimentos a medio consumir, el lugar estaba nauseabundo y una música estridente inundaba el recinto. Instintivamente dio un paso atrás al tiempo que su mirada se dirigía a la ventana abierta, cerca del lugar donde siempre estaba el computador, allí solo había fragmentos de cristales esparcidos por el suelo y la cortina ondeando al viento. Se miraron profunda y largamente en medio del terror que provoca descubrir ciertas realidades.
Un escritor es un dios, sí, es el dios del universo que él mismo ha creado, es el responsable de las vidas de los habitantes de su mundo. En sus manos está el destino de miles personajes que habitan en ese infinito espacio-tiempo que llamamos imaginación. Sólo tiene un juez, el Lector, que será el que finalmente decida si merece convertirse en autor. Por eso este blog es para ti LECTOR Bienvenidos al OLIMPO de las letras, al Universo de la fantasía donde todo es posible
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